Durante la celebración de la COP30, se consolidaron dos iniciativas fundamentales que apuntan a descarbonizar sectores claves de la industria energética y agrícola: la Iniciativa LEAF, orientada a fertilizantes de amoníaco de baja emisión, y un llamado reforzado por la World Biogas Association (WBA) para escalar el biogás como vector esencial de gases renovables.
Ambas acciones refuerzan el compromiso de América Latina y aliados globales para avanzar hacia combustibles y productos sostenibles en la próxima década.
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LEAF: fertilizantes más verdes
En un acto simbólico en la COP30, se lanzó la Iniciativa LEAF (Low-Emission Ammonia Fertilizer), un esfuerzo público-privado que agrupa gobiernos, empresas agrícolas, productores de combustibles sostenibles y fábricas químicas.
Esta alianza nace con la misión de transformar la producción de fertilizantes nitrogenados, tradicionalmente altamente intensiva en emisiones de dióxido de carbono, hacia un modelo más limpio y ambientalmente responsable.
Los fertilizantes amoniacales son fundamentales para la agricultura moderna, pero su producción convencional genera una huella significativa de carbono.
LEAF propone introducir tecnologías y procesos que reduzcan drásticamente esas emisiones mediante el uso de hidrógeno bajo en carbono, idealmente generado de fuentes renovables, para sintetizar amoníaco, en una transformación que permitiría conservar la productividad agronómica, a la vez que se minimiza el impacto climático.
Los primeros compromisos alcanzados incluyen programas piloto en países de América Latina para producir amoníaco con bajas emisiones mediante electrolizadores alimentados por energía renovable.
El objetivo de la alianza es escalar esta producción, incentivando inversiones, compartiendo conocimiento técnico y estableciendo marcos regulatorios que faciliten la transición.

El biogás como solución madura y escalable
Por su parte, la World Biogas Association (WBA) presentó en la COP30 una plataforma estratégica para posicionar al biogás como un pilar de la economía circular y un componente clave para cumplir con el compromiso Belém 4X, lanzado durante la cumbre climática.
Según la WBA, el biogás, producido a partir de residuos orgánicos, estiércol, desechos agrícolas y otros subproductos, es una solución ya probada para reducir las emisiones de metano, uno de los gases de efecto invernadero más potentes.
La WBA destacó que el uso del biogás no solo ayuda a mitigar emisiones, sino que promueve la valorización de residuos, fomenta el desarrollo rural y contribuye a una gestión más sostenible de los desechos orgánicos.
Además, los gases renovables producidos pueden integrarse en redes energéticas o utilizarse directamente como combustible para generar energía o calor, lo que amplía su versatilidad y su impacto en múltiples sectores.
Durante su intervención en la COP30, la WBA hizo un llamado para acelerar políticas y financiamiento que apoyen proyectos de biogás en América Latina.
La organización argumenta que, con el impulso adecuado, la región podría aprovechar su gran potencial orgánico para producir biogás a escala, reduciendo simultáneamente emisiones y dependencia de combustibles fósiles.
Significado estratégico y desafíos para el futuro
La confluencia de estas dos iniciativas, fertilizantes bajos en carbono y escalamiento del biogás, pone de manifiesto un enfoque amplio y ambicioso en la transición energética: no solo electrificar, sino “moléculas” limpias que reemplacen procesos intensivos en carbono en sectores difíciles de descarbonizar.
Sin embargo, también se reconocen desafíos importantes. Para LEAF, la producción de amoníaco bajo en carbono requiere inversiones en nuevo equipamiento, licenciamiento regulatorio y colaboración estrecha entre gobiernos, la industria química y el sector energético.
Por su parte, para que el biogás cumpla su potencial se necesita una infraestructura adecuada, incentivos para la recolección de residuos y una regulación que reconozca su valor ambiental y energético.
Aun así, los lanzamientos en la COP30 son una señal clara: América Latina y actores globales están apostando por soluciones estructurales que integran agricultura, energía y economía circular.
Si se concretan los compromisos, estas iniciativas pueden transformar el panorama de emisiones de la región, acelerar el cumplimiento de metas climáticas y abrir nuevas oportunidades de desarrollo sostenible.

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