La Asociación Brasileña de Hidrógeno (ABH2) considera que los incentivos gubernamentales para la producción de hidrógeno en Brasil den prioridad a los proyectos que ofrezcan costos asequibles para el consumidor final, independientemente de la intensidad de las emisiones de carbono, teniendo en cuenta el límite de 7 kg de CO2 por el hidrógeno producido, establecido por ley.
«No tiene sentido intentar forzar un costo para el hidrógeno que será demasiado alto, porque la demanda no podrá acomodarlo», señaló Marina Domingues, directora de mercado y regulación de ABH2 y vicepresidenta de Rystad Energy para Nuevas Energías en Estados Unidos, en una entrevista con la agencia eixos.
Domingues subraya que la creación de una demanda de hidrógeno depende de la moderación de los precios, independientemente de la ruta de producción adoptada, ya sea una con menores o mayores emisiones de carbono en su ciclo de vida.
Dicha tesis podría beneficiar a las rutas con mayores emisiones y con potencial para ofrecer hidrógeno a menor costo, por ejemplo, si el hidrógeno azul, fabricado a partir de gas natural con captura y almacenamiento de carbono (CCS) es más competitivo que el hidrógeno verde.
La discusión se da en el contexto de la consulta pública promovida por el Ministerio de Hacienda para reglamentar los subsidios previstos en el marco legal del hidrógeno, que podría poner a disposición más de R$20 mil millones en incentivos entre 2028 y 2032. Y en medio de disputas sectoriales que quieren acceder a estos recursos.
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Hacia la perspectiva del consumidor
Las nuevas leyes, a través del Régimen Especial de Incentivo a la Producción de Hidrógeno con Baja Emisión de Carbono (Rehidro) y del Programa de Desarrollo del Hidrógeno con Baja Emisión de Carbono (PHBC), proponen algunas directrices.
Domingues advierte de que, para evitar un mercado excesivamente caro, es esencial contemplar el costo del hidrógeno desde la perspectiva del consumidor final, a riesgo de no desarrollar la industria del hidrógeno.
Ella pone como ejemplo el mercado del hidrógeno en California, donde el gas, incluso sin captura de carbono, alcanza casi los 40 dólares por kilo en la hidrolinera, lo que ha alejado a los compradores de los nuevos vehículos de pila de combustible de hidrógeno.
Siempre pensando en la demanda, Domingues citó el caso de Japón, que adopta políticas de incentivos que cubren la diferencia de precio entre combustibles fósiles y combustibles con reducción de carbono, sin especificar una ruta tecnológica, pero favoreciendo un sector estratégico.
En el contexto brasileño, Domingues sugiere que el Gobierno establezca sectores estratégicos para el uso del hidrógeno, que permitiría que los incentivos se asignen de tal manera que se maximice el impacto en sectores donde el hidrógeno ya desempeña un papel esencial, como la producción de amoníaco y el refinado de combustible.
«Tenemos sectores estratégicos de descarbonización, por ejemplo, el amoniaco es uno de ellos, quizá el principal, porque es una industria que hay que construir y preferiblemente de materias primas bajas en carbono», señaló a eixos.
También menciona sectores como el acero y el transporte, especialmente teniendo en cuenta la infraestructura de transporte por carretera de Brasil, que necesita alternativas de descarbonización.
Mercado de carbono regulado
Otro punto crucial destacado por la directora de mercado y regulación de ABH2 es la importancia de un mercado de carbono regulado en Brasil.
Señaló que, sin un mecanismo de tarificación de las emisiones, la producción nacional de hidrógeno podría orientarse principalmente a la exportación, atendiendo a mercados extranjeros con sólidas políticas fiscales sobre el carbono, como la Unión Europea y Japón, en detrimento de la demanda nacional.
«La demanda solo existe en Europa porque hay un mercado europeo ETS. La demanda solo existe en Japón porque ha habido un compromiso del Gobierno japonés para reducir el CO2», indicó la ejecutiva de ABH2 y Rystad Energy.
Domingues también señala que en Estados Unidos, por ejemplo, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) introdujo generosos incentivos para estimular el sector del hidrógeno. Uno de ellos, el 45Q, es un crédito fiscal que premia el secuestro de carbono, destinado a proyectos que produzcan hidrógeno a partir de combustibles fósiles con CCS.
En este modelo, la subvención es de hasta 85 dólares por tonelada de carbono capturado y secuestrado por la planta de producción de hidrógeno.
Otro modelo es el 45V, en el que el crédito fiscal es exclusivo para proyectos con emisiones inferiores a 1,5 kg de CO2e por kg de hidrógeno. Estos proyectos reciben un crédito fiscal de 1 dólar por kilo, superior al que podría obtenerse con el 45Q.