La COP30, que concluyó a fines de la semana pasada en la Amazonía brasileña, marcó un hito en la agenda energética y climática de América Latina.
Durante la cumbre, los países de la región lanzaron el compromiso Belém 4X, que tiene como objetivo cuadruplicar el uso de combustibles sostenibles, incluyendo biocombustibles líquidos, hidrógeno verde y biogás, antes de 2035, tomando como referencia los niveles de consumo de 2024.
Esta iniciativa busca poner a la región como protagonista de la transición energética global, combinando la expansión de fuentes limpias con políticas de desarrollo económico y social.
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Belém 4X: un impulso estratégico para la transición
El llamado Belém 4X fue firmado por 23 países latinoamericanos y respaldado por aliados internacionales como Japón e Italia. Entre los países firmantes destacan Brasil, Chile, México, Guatemala y Panamá, quienes se comprometieron a implementar políticas y proyectos que permitan incrementar significativamente la producción y el consumo de combustibles sostenibles.
Este compromiso busca crear un ecosistema integral, donde la tecnología, la industria y las regulaciones públicas trabajen de manera coordinada para promover la adopción de combustibles sostenibles en sectores de difícil descarbonización, como transporte marítimo, aviación, transporte pesado y ciertas industrias intensivas en energía.
El presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, destacó que la electrificación por sí sola no es suficiente para lograr los objetivos climáticos.
Según Corrêa do Lago, el desarrollo de “moléculas sostenibles”, que incluyen hidrógeno verde, biogás y biocombustibles líquidos, es complementario a los sistemas eléctricos y esencial para cubrir la demanda de sectores que no pueden depender únicamente de la electricidad.

Hidrógeno y biocombustibles: motores de la descarbonización
Durante la cumbre, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la Coalición Panamericana de Biocombustibles (CPBIO) enfatizaron que los biocombustibles y el hidrógeno verde constituyen herramientas fundamentales para avanzar en la descarbonización de la región.
Según estos organismos, es posible duplicar el consumo de biocombustibles líquidos sin expandir la frontera agrícola, mediante mejoras en la productividad de cultivos estratégicos como maíz, caña de azúcar, soya, colza y palma.
Esta estrategia asegura que el crecimiento de la producción de biocombustibles sea compatible con la seguridad alimentaria y la protección ambiental.
El hidrógeno verde, por su parte, se proyecta como un combustible clave para transporte pesado, logística de larga distancia e industrias de alta intensidad energética, donde la electrificación directa no es suficiente.
Proyectos piloto en Chile, México y Brasil buscan demostrar su viabilidad para operaciones comerciales, consolidando su papel dentro de la matriz energética sostenible de la región.
Avances y compromisos
Brasil, país anfitrión de la cumbre, lideró la formulación de la propuesta Belém 4X y respaldó el compromiso con inversiones estratégicas y desarrollo tecnológico.
Chile anunció proyectos piloto de hidrógeno verde en transporte pesado, mientras México y Guatemala se comprometieron a ampliar su capacidad de producción de biocombustibles líquidos y biogás, fomentando un mercado regional más integrado.
Los países coincidieron en que la cooperación internacional es clave para superar los desafíos de infraestructura y regulación, y destacaron la necesidad de incentivar la inversión privada en tecnologías limpias.
El enfoque regional busca aprovechar las fortalezas de cada país, combinando recursos agrícolas, capacidad industrial y potencial de energía renovable para acelerar la transición energética en América Latina.
Críticas y desafíos a la iniciativa
A pesar del impulso positivo, la COP30 no estuvo exenta de críticas. La declaración final y el compromiso Belém 4X fueron cuestionados por su carácter voluntario y no vinculante, lo que genera dudas sobre la implementación efectiva de los objetivos.
Organizaciones como el Climate Action Network (CAN) señalaron que un aumento descontrolado en la producción de biocombustibles podría generar presión sobre la tierra, afectar la biodiversidad y competir con cultivos para consumo humano.
Asimismo, el hidrógeno verde y otros biocombustibles requieren infraestructura adecuada, regulaciones claras y esquemas financieros robustos para escalar a nivel regional.
La ausencia de compromisos vinculantes sobre la eliminación de combustibles fósiles también fue motivo de debate, ya que limita la capacidad de la región para reducir de manera efectiva las emisiones totales de carbono.
Conclusiones sobre la COP30
La cumbre confirmó que América Latina tiene un papel estratégico en la transición energética global. La región posee el potencial de incrementar significativamente la producción y el uso de combustibles sostenibles sin comprometer la seguridad alimentaria ni la biodiversidad, siempre que se implementen mejoras en productividad, tecnología y coordinación regional.
Los biocombustibles líquidos y el hidrógeno verde se consolidan como herramientas complementarias a la electrificación, especialmente para sectores difíciles de descarbonizar, mientras que la cooperación público-privada y el apoyo internacional son determinantes para transformar los compromisos en acciones tangibles.
A pesar de los desafíos y las críticas, la COP30 dejó una hoja de ruta clara para los próximos años: fortalecer la infraestructura, consolidar marcos regulatorios, atraer inversión y fomentar la innovación tecnológica son pasos esenciales para que la transición energética de América Latina sea efectiva, inclusiva y sostenible.

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