Llegará un día en el que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza, y concretamente, ese fue el modelo de negocio que Kodak supo explotar durante un largo periodo del siglo XX. La visión de los ejecutivos de la compañía permitió desligar la fotografía de los estudios profesionales, democratizando las cámaras de fotos analógicas. Rápidamente, se popularizó el hecho de inmortalizar los recuerdos en filminas, porque poder disfrutar de los recuerdos de la vida es revivirlos infinitas veces.
Kodak, quien fuera la multinacional más potente del sector, no supo reaccionar de manera acertada a la amenaza que le suponía la fotografía digital a su modelo tradicional. Como bien describió Charles Darwin en 1859 en la teoría de la evolución, “no es la especie más fuerte la que sobrevive, sino la que responde mejor al cambio”. Otras compañías como Sony, Canon o Nikon acapararon la participación de Kodak en el mercado.
Como me aseveró una persona con amplia experiencia empresarial “El dinero solo acelera el proceso”, cosa que quedó patente en la reestructuración estratégica que inició Kodak al verse desorientada en el sector que antaño fue líder. Desgraciadamente, las decisiones no cristalizaron como pretendían y en enero de 2012 se oficializó la bancarrota de la empresa más icónica del sector.
«Next Generation«
No obstante, no todos los acontecimientos pueden salvaguardarse con una buena planificación estratégica, de ahí que exista la etiqueta de cisne negro para los eventos impredecibles con gran impacto. La pandemia de la covid-19 trastocó nuestras vidas de manera inimaginable. En esa coyuntura, la Comisión Europea puso en marcha un plan de recuperación denominado “Next Generation”, mediante dichos fondos se pretende reparar los daños económicos y sociales derivados de la pandemia. España percibirá 140.000 millones de euros, y tras haber descrito previamente la importancia de una planificación estratégica, la preocupación es evidente.
Este tipo de ayudas tienen cierto paralelismo con las que George Marshall, Secretario de Estado de EEUU, llevó a cabo entre 1948 y 1952, con la clara intención de facilitar la reconstrucción y recuperación de Europa tras la II Guerra Mundial.
Para ello, se destinaron más de 12.500 millones de dólares repartidos en función de la población y capacidades industriales, bajo el nombre de European Recovery Program, o más comúnmente conocido, el Plan Marshall. Tal fue el éxito cosechado por esta iniciativa, que se estima que la producción industrial aumentó un 35% en dicho periodo.
Teniendo claro estos antecedentes, queda patente que el reto de gestionar de manera adecuada los fondos “Next Generation” es inmenso. Si focalizamos en el País Vasco, el peso del sector industrial representaba el 45,23% en 1986, no obstante, en 2019 solamente el 21,46%. Tal es así, que estos fondos tienen la obligación moral de reindustrializar el país, tanto desde un punto de vista de transición energética verde y sostenible, como de avanzar en la digitalización de la economía.
El Antropoceno
En este año 2022 ha quedado de manifiesto lo que el reputado científico sueco Dr. Johan Rockström lleva anunciando desde hace décadas. La Tierra ha dejado atrás el periodo del Holoceno, donde la temperatura se ha mantenido estable durante los últimos 10.000 años, hecho que propició a los seres humanos las condiciones ideales para prosperar al disponer de un clima estable y favorable para el desarrollo de sus actividades.
Sin embargo, hemos entrado en una nueva fase denominada Antropoceno, fruto de la desestabilización ocasionada por los gases de efecto invernadero vertidos por los seres humanos al ecosistema.
Este hecho histórico requiere medidas trascendentales que Europa se ha puesto a liderar, autoimponiéndose la neutralidad climática para 2050. En ese arduo peregrinaje se precisará la transformación del sistema energético, donde las energías no contaminantes y el almacenamiento jueguen un rol determinante. Es por ello que la presentación por parte de la Comisión Europea de la estrategia del hidrógeno en el año 2020, supuso un claro impulso al hidrógeno renovable, colocándolo como uno de los vectores energéticos del futuro necesario para llevar a cabo dicha transición.
La Banana Azul Europea
En el sistema energético del futuro, el hidrógeno puede apoyar la descarbonización de la industria, el transporte, la generación de energía y el sector residencial en todo el país. Por lo tanto, el hidrógeno verde puede ser una vía factible para reindustrializar el País Vasco, que al tratarse de una tecnología que no está totalmente madura, aún dispone de un claro margen de mejora. Indudablemente, ello conllevará grandes retos, pero también oportunidades, que las diferentes empresas vascas deberán aprovechar para conseguir productos compatibles con este gas.
La banana azul europea es un concepto que se emplea para resaltar el gran eje industrial europeo, y dispone sus contornos desde Inglaterra hasta el norte de Italia, transitando por Países Bajos, Bélgica y la cuenca del Rin en Alemania. Este dorsal europeo no dispone de suficiente recurso renovable para descarbonizar toda su actividad.
Por lo tanto, mediante la iniciativa denominada “European Hydrogen Backbone” (EHB) se pretende conectar con un gaseoducto para suministrar hidrógeno renovable sintetizado en el sur de Europa, gracias a la abundante energía renovable tanto fotovoltaica como eólica. Una vez construida la aorta principal que llegue al centro neurálgico de la banana azul, es decir, Alemania, y sus respectivos vasos capilares nutran de una materia prima a precio competitivo, estaremos repitiendo nuestros errores históricos como país.
Otras opciones
Si analizamos el planteamiento con una visión estratégica de país y futuro liberándonos de la miopía hereditaria que padecemos, entregar un recurso tan valioso que se puede generar en España a bajo coste a otro país, no parece la mejor opción.
Aunque la red troncal de hidrógeno europeo proyecta un coste nivelado de 2,3 a 4,4 € para el transporte de 1 MWh en 1000 km, es más interesante exportar bienes de alto valor añadido, dentro de la futura sociedad descarbonizada y sostenible que viviremos tras dar por finalizada la “Era del Petróleo” en la que estamos inmersos.
En vez de exportar hidrógeno al corazón de Europa, resulta más atractivo que nosotros les vendamos productos como acero verde, amoniaco renovable, fertilizantes sostenibles, cemento bajo en carbono, combustibles sintéticos y todo tipo de productos finales, que de una manera u otra, redunden en empleos locales de alta calidad y dispongamos de una industria fuerte para emplear a gran parte de la sociedad. Todo ello incentivaría la investigación y desarrollo en muchos sectores industriales, volviendo a florecer la I+D en el país.
Exportar en primera persona los materiales sostenibles ayudará a reducir la balanza comercial entre los países industriales más desarrollados del continente y los países mediterráneos, alterando el status quo que impera hoy en día en Europa. En su defecto, el fallo de no encauzar la estrategia por esta arista, puede suponer un error de bulto que nuestros descendientes pagarán caro.
Es evidente que cada país mira, exclusivamente, por sus propios intereses, y Alemania no dudará en utilizar el denominado “soft power” dentro de la Unión Europea, para cuando llegue el caso, promover directrices europeas contra las industrias no sostenibles de otros países periféricos de Europa. Esta estrategia le otorgará convertirse en la única zona industrial sostenible dentro del viejo continente. Quien lo hubiera imaginado que el cambio climático tendría la capacidad de crear un oasis en Alemania.
Nuevo reparto
El éxito de una buena visión estratégica radica en ver las cosas lejanas como si estuviesen cerca y tomarse una distancia para mirar las cosas que están cerca. La transformación que se nos avecina variará el mundo como lo conocemos, pero algo seguirá imperturbable, que la industria nos proporciona los empleos más estables y de mayor calidad.
La transición energética hará que se repartan las cartas de nuevo, y no debemos olvidar que esta vez jugamos para convertirnos en una potencia industrial descarbonizada. Para ello, debemos dotar al país de los mejores recursos posibles, porque ya lo dijo Arthur Schnitzler:“Estar preparado es importante, saber esperarlo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida”.