Brasil es capaz de reducir a cero las emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) en los próximos 15 años y alcanzar el objetivo de ser neutro en carbono en 2050, siempre que establezca un amplio programa de captura y almacenamiento de carbono (CCS), y ponga fin a la deforestación antes de 2030, según estudios a largo plazo de Shell.
La conclusión es que el factor más importante para que el país alcance sus objetivos climáticos será reducir las emisiones relacionadas con el uso de la tierra, lo que incluye la deforestación y la agricultura. En la actualidad, estas son las principales fuentes de emisiones de Brasil, según nota publicada por epbr.
El estudio señala que el mayor potencial de los programas de CCS en el país reside en la industria del etanol, que tendría un bajo costo. La mayor parte de la producción de etanol de Brasil se encuentra en una región con buen potencial para el almacenamiento geológico de carbono.
Para lograrlo, el primer paso es regular el mercado de carbono del país: El proyecto de ley que crea el mercado regulado fue aprobado por la Cámara de Diputados a finales de 2023 y está pendiente de análisis en el Senado.
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Fijación de precios
La petrolera también defiende la importancia de estimular nuevas inversiones en bioenergía para el consumo interno y la exportación, y fomentar la descarbonización de la movilidad a través del biodiésel y la ampliación de los mandatos de biocombustibles.
«Es extremadamente importante crear un mecanismo que estimule la fijación de precios y el comercio de créditos de carbono, liberará una industria muy grande», dijo el presidente de Shell Brasil, Cristiano Pinto da Costa.
Si avanza con el almacenamiento de etanol, Brasil podría incluso tener emisiones negativas en 2040, lo que le permitiría vender créditos de carbono a otros países, concluye Shell. Esto depende, sin embargo, de la aplicación del artículo 6 del Acuerdo de París, que crea un mercado internacional de carbono.
Estas proyecciones, sin embargo, tienen en cuenta un escenario global optimista a largo plazo, que considera a los países abiertos al comercio y la continuación de la transición hacia una economía baja en carbono.
En un escenario pesimista, con un aumento de las tensiones mundiales y un incremento de las sanciones, las barreras comerciales y los aranceles internacionales, Brasil solo podría reducir a cero sus emisiones en 2062.
Sector eléctrico e hidrógeno
En el sector eléctrico, la expectativa optimista es que el país podrá satisfacer la futura demanda de electricidad mediante fuentes eólicas y solares, que tienen potencial para alcanzar una capacidad total de 300 gigavatios (GW) en las próximas tres décadas, lo que también depende de un aumento de la generación nuclear como carga base.
El hidrógeno, por su parte, podría ganar terreno en la próxima década, con una contribución inicial sobre todo a la descarbonización del transporte pesado.
Sobre la base de estas previsiones, Shell sostiene que el país necesita seguir avanzando en la apertura del mercado libre de la energía, así como contar con políticas estables, predecibles y competitivas para las inversiones en energía solar y eólica y promover el almacenamiento de energía.