La reciente visita de Estado del presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva a Francia se convirtió en un escenario propicio para la consolidación de importantes acuerdos en materia de transición energética.
La agenda estuvo marcada por declaraciones que apelaban a una mayor ambición climática global y un menor proteccionismo comercial.
Sin embargo, la mesa de negociaciones también reflejó las persistentes divergencias entre las visiones brasileña y francesa en torno al acuerdo Mercosur-Unión Europea y la protección ambiental, temas que han generado considerables fricciones en los últimos años.
A pesar de estas diferencias, los temas cruciales para la descarbonización de la economía global y la búsqueda de una mayor sostenibilidad lograron un espacio destacado, especialmente en el contexto de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente.
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Cooperación estratégica en hidrógeno
Uno de los logros más significativos de esta visita diplomática fue la firma de una Declaración de Intenciones entre el Ministerio de Minas y Energía de Brasil y el Ministerio de Economía, Finanzas y Soberanía Industrial y Digital de Francia.
Este documento fundamental sienta las bases para una cooperación bilateral robusta y estratégica en el sector del hidrógeno de bajo carbono, un elemento que ambos países reconocen como un pilar insustituible en la estrategia global de descarbonización.
La Declaración no solo busca facilitar el intercambio de información regulatoria, lo cual es crucial para armonizar los marcos legales y operativos, sino que también impulsa la creación de sistemas de certificación confiables para el hidrógeno.
Estos sistemas son vitales para asegurar la trazabilidad y la sostenibilidad del energético, lo que permitirá su comercialización en mercados exigentes como el europeo.
Adicionalmente, el acuerdo promueve activamente las alianzas industriales y tecnológicas entre empresas de ambos países, fomentando la innovación y el desarrollo conjunto de soluciones.
Todas estas acciones serán meticulosamente coordinadas por el Comité Gestor del Diálogo sobre Transición Energética y Minerales Estratégicos (DTEME), un organismo binacional que se erige como la columna vertebral para la articulación de esfuerzos y la implementación efectiva de los objetivos establecidos.
Visión estratégica y oportunidades de negocio
La perspectiva del gobierno brasileño respecto al hidrógeno verde es clara y ambiciosa: su matriz energética, predominantemente basada en fuentes renovables como la hidroeléctrica, eólica y solar, lo posiciona de manera única como un potencial y gran proveedor de hidrógeno a costos altamente competitivos a nivel global.
Esta capacidad contrasta directamente con la necesidad apremiante de Europa, y específicamente de Francia, de importar grandes volúmenes de este energético para descarbonizar su industria pesada, su transporte y sus procesos productivos.
El ministro brasileño Alexandre Silveira, durante un evento empresarial en París, enfatizó esta complementariedad estratégica, declarando con firmeza que «Brasil y Francia son países que no huyen de su responsabilidad con el planeta. Y, al abrazar la nueva economía verde, identifican un campo de oportunidades de negocios e inversiones sin precedentes».
Como un ejemplo tangible y prometedor de esta sinergia, el ministro destacó el proyecto del hub de hidrógeno verde en el Puerto de Pecém (Ceará), en el nordeste de Brasil.
Este complejo ya cuenta con la participación activa de destacadas empresas francesas de energía y renovables, como Voltalia, Qair, EDF y Engie, evidenciando el interés y la inversión extranjera directa en el potencial brasileño.
Es importante señalar que la mayoría de los proyectos en Pecém están orientados, precisamente, a la exportación de hidrógeno verde hacia mercados internacionales, lo que refuerza la visión de Brasil como un futuro actor clave en la cadena de suministro global de este energético limpio.
Este tipo de iniciativas no solo contribuyen significativamente a los objetivos climáticos globales, sino que también generan importantes oportunidades económicas, de inversión y de desarrollo tecnológico para ambas naciones.
Desafíos persistentes
A pesar de los importantes avances logrados en la agenda de transición energética, la visita también puso de manifiesto las persistentes fricciones y los desacuerdos entre las visiones de Brasil y Francia en dos temas particularmente sensibles: el acuerdo Mercosur-Unión Europea y la protección ambiental.
Ambos gobiernos continúan en un profundo desacuerdo sobre los términos finales y las implicaciones de este vasto pacto comercial, que ha estado en negociación durante décadas.
Francia, en particular, ha expresado reiteradamente y con firmeza sus preocupaciones sobre el impacto potencial del acuerdo en su sector agrícola, altamente subsidiado y sensible, así como sobre las políticas ambientales, argumentando la necesidad de garantías más robustas en materia de deforestación y sostenibilidad.
Estas divergencias, que se extienden más allá de lo meramente comercial, demuestran que, si bien existen áreas de convergencia y cooperación mutua en la crucial agenda climática y energética, aún quedan obstáculos significativos por superar en otros ámbitos fundamentales de la relación bilateral.
La capacidad de ambos países para abordar y, eventualmente, conciliar estas diferencias será un factor decisivo para el desarrollo futuro y la consolidación de su alianza estratégica en el panorama geopolítico y económico global.