La propuesta que Brasil llevará a la cumbre de líderes del G20 en noviembre para crear normas internacionales de sostenibilidad que reconozcan el valor de la biomasa y los biocombustibles, como el etanol, puede toparse con la resistencia de países europeos, como Alemania.
Brasil defenderá una contabilidad de las emisiones de carbono que tenga en cuenta todo el ciclo de vida de los combustibles, lo que en opinión del gigante suramericano favorece a los biocombustibles frente a los vehículos de batería, según un informe de Eixos.
Esta propuesta, sin embargo, va en contra de la normativa que se está estableciendo en los países europeos, que apuestan por la expansión de la electrificación y la inclusión en la matriz de combustibles sintéticos o renovables de origen no biológico (RFNBO).
Se trata de una estrategia para proteger la industria de la región, que ya se enfrenta a problemas de competitividad, especialmente con China.
En respuesta a la agencia Exios sobre cómo debe posicionarse el Gobierno alemán ante la propuesta brasileña, el Ministerio alemán de Asuntos Económicos y Acción por el Clima afirmó que, a pesar de reconocer la contribución del etanol y el biodiésel «en la protección del clima y el suministro de energía desde hace muchos años», el origen debe ser sostenible y priorizar los residuos y materiales residuales.
En la actualidad, parte de la producción de biocarburantes en el país europeo se realiza a partir de aceite de cocina reutilizado y residuos urbanos.
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Sostenibilidad como foco
«Tenemos que prestar especial atención a garantizar que solo la biomasa de origen sostenible, en particular los residuos y materiales residuales, se utiliza para la producción de biocombustibles y que la política está teniendo en cuenta la limitada disponibilidad de biomasa sostenible», dijo el portavoz oficial del ministerio alemán.
La Directiva revisada sobre energías renovables de la Unión Europea entiende que la producción de biocarburantes se realiza normalmente en tierras agrícolas que antes se utilizaban para la agricultura, para cultivar alimentos o piensos.
Como esta producción agrícola sigue siendo necesaria, la producción de biocarburantes puede dar lugar a la extensión de tierras agrícolas a tierras no agrícolas, incluyendo posiblemente zonas con grandes reservas de carbono, como los bosques.
Este proceso se conoce como uso indirecto de la tierra, y como puede provocar la liberación del CO2 almacenado en los árboles y el suelo, el aumento de la producción de biocarburantes supondría un riesgo para el medio ambiente.
La Directiva también establece un límite al uso e importación de biocarburantes, imponiendo una congelación equivalente a los niveles de 2019 para el periodo 2021-2023, y disminuyendo gradualmente desde finales de 2023 hasta cero en 2030.
Por otro lado, el Gobierno brasileño ha defendido que su realidad es muy diferente de la europea. Si, por un lado, el bloque tiene poco margen para ampliar su producción, el país latinoamericano argumenta que es plenamente capaz de combinar la producción de alimentos y biocombustibles con la preservación del medio ambiente.
Sin embargo, tiene que ser capaz de demostrarlo, al tiempo que intenta frenar la deforestación y apagar los incendios que consumen la Amazonia, el Pantanal y parte del Centro-Sur de Brasil.