Para mayo de 2024, se habían elaborado y publicado en todo el mundo 46 estrategias nacionales y 8 hojas de ruta para desarrollar la industria del hidrógeno bajo en carbono, y al menos 20 países más estaban en proceso de redactar estos documentos, según el mapeo de la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena).
Casi la mitad de estas estrategias (19) fueron publicadas por países europeos, incluido el plan de la Unión Europea. En Sudamérica, Chile dio el pistoletazo de salida a finales de 2020, seguido de Paraguay y Colombia en 2021, Uruguay en 2022 y Argentina en 2023. Brasil no aparece en la lista.
Estas estrategias enumeran el hidrógeno bajo en carbono como una nueva frontera a explorar: bien como productores de energía para descarbonizar la industria nacional y la de los países que no disponen de suficientes recursos renovables (caso Latinoamérica); y como consumidores que necesitan alternativas sostenibles al carbón y al gas fósil para cumplir sus ambiciones climáticas (caso Europa).
Según Irena, los planes publicados hasta mayo fijan objetivos para una capacidad de electrólisis proyectada de 113,5 gigavatios (GW) para 2030 y 287 GW para 2050. Pero varían en muchos aspectos.
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Investigación de Irena
«Los responsables políticos de los distintos países actúan en condiciones diversas, que abarcan diferencias en las estrategias nacionales, el potencial de despliegue de la cadena de valor del hidrógeno, los conjuntos de prioridades, las principales partes interesadas y las primeras oportunidades de participar en el comercio internacional de hidrógeno verde y productos verdes», explicó la agencia.
Un ejemplo procede de Europa. Como bloque, la UE considera renovable el hidrógeno producido exclusivamente por electrólisis, con electricidad renovable, excluyendo el uso de fuentes nucleares.
Alemania, por su parte, actualizó su estrategia nacional hace poco más de un año para incluir la posibilidad de consumir energía procedente de fuentes fósiles como el gas natural con captura y almacenamiento de carbono (CCS) o residuos. Recientemente, aprobó su estrategia de importación, aceptando el hidrógeno procedente del gas natural con CCS.
Esta multiplicidad de caminos, observa Irena, demuestra la dificultad de establecer un estándar global de hojas de ruta para que los países diseñen sus políticas de desarrollo de esta industria.
Mercado de miles de millones
También según Irena, para que las economías mundiales alcancen el objetivo de 1,5 ºC a finales de siglo, el hidrógeno limpio y sus derivados deberán representar alrededor del 12% de la reducción total de las emisiones de CO2 de aquí a 2050.
La producción de combustibles para la aviación y el transporte marítimo, y la aplicación en industrias intensivas como la del acero, el cemento y los fertilizantes son algunos de los mercados que dependen de esta fuente de energía como insumo.
Para lograrlo, la producción debe pasar de 0,7 millones de toneladas en 2022 a 523 millones de toneladas anuales en 2050.
Eso significa una necesidad de inversiones anuales de 170.000 millones de dólares de aquí a 2050 en electrolizadores, infraestructuras, estaciones de servicio, instalaciones de bunkering y almacenamiento a largo plazo.
La capacidad instalada acumulada de electrolizadores pasaría de 550 MW en 2020 a 5,7 teravatios (TW) en 2050.