La Unión Europea (UE) tendrá dificultades para cumplir sus objetivos de hidrógeno renovable para 2030 y tendrá que aceptar el hidrógeno derivado del gas natural (azul) mediante captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés), según una nota publicada en Argus vinculada a la Cumbre Mundial del Hidrógeno de Rotterdam.
El bloque aspira a producir 10 millones de toneladas anuales de hidrógeno renovable e importar la misma cantidad. Sin embargo, según David Burns, vicepresidente de energías limpias de la empresa de gases industriales Linde, para producir los 20 millones de toneladas anuales de hidrógeno renovable se necesitarán casi 200 GW de capacidad de electrólisis de aquí a finales de la década.
Las mayores plantas de electrólisis del mundo tienen actualmente una capacidad inferior a 200 MW. Burns también se preguntó si los fabricantes de electrolizadores serían capaces de suministrar suficientes equipos en el plazo previsto.
«Las cifras son desalentadoras», dijo, y añadió que los responsables políticos deberían ser menos dogmáticos sobre los tipos de tecnología y centrarse más en las emisiones de carbono.
Según Burns, en la actualidad no existe ningún obstáculo tecnológico para los proyectos de hidrógeno con tecnología CCS, pero son pocos los que han llegado a una decisión final de inversión (FID), porque la producción de hidrógeno con tecnología CCS es más cara que la del vector convencional con emisiones no reducidas.
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Opiniones
El vicepresidente de ventas y tecnología de la empresa francesa de gases industriales, Air Liquide, Dominique Rouge, coincidió en que es difícil que la UE pueda producir el volumen de hidrógeno bajo en carbono que desea sin hidrógeno azul.
Los participantes en la conferencia coincidieron en que es necesaria una intervención política para que el hidrógeno con CCS sea competitivo frente a la producción sin reducción de emisiones. En EE.UU. y el Reino Unido se han anunciado paquetes de ayudas económicas para sufragar los costos de explotación de la producción de hidrógeno con CCS, pero no en la UE.
Según John Gunn, director global de operaciones de transición energética de la empresa de ingeniería Bechtel, no se ha hecho lo suficiente para que los compradores quieran hidrógeno bajo en carbono, y el mercado no lo adoptará hasta que sea económicamente atractivo hacerlo.
Sin embargo, los proyectos de hidrógeno con tecnología CCS en Estados Unidos se han acelerado hasta alcanzar la fase FID (antes que en Europa) gracias a las desgravaciones fiscales del país, que solo se basan en la intensidad de CO2, según Burns.
De acuerdo a los ponentes, la otra opción para los responsables políticos sería introducir o aumentar los impuestos sobre el carbono para el hidrógeno con emisiones no reducidas. «Hay que tener en cuenta el costo del carbono a la hora de comparar combustibles; hay que considerar el impacto en la reducción del carbono o nos quedaremos cortos«, afirmó Burns.
Felipe Arbaláez, vicepresidente senior de hidrógeno y CCUS de BP, se mostró de acuerdo en que la tarificación del CO2 es necesaria para fomentar la adopción de combustibles bajos en carbono. «En BP abogamos por que, idealmente a escala mundial, se establezca algún tipo de precio para el CO2, porque eso impulsará el comportamiento de los usuarios finales», afirmó.